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Supongo que conoces las llamadas "historias para dormir", o has escuchado frases como "papi... léeme un cuento antes de ir a la cama".

Pues espero que con estos cuentos no peguen el ojo, por eso el título: "Cuentos para NO dormir".

Tierras mágicas, personajes místicos, oscuridad y luces, amor, miedo, esperanza, pena, desilución, recuerdos y olvidos... Seguro que quieres un cuento para dormir?

Lee.Comenta.Sigue :D

Con insomnio permanente...

viernes, 18 de diciembre de 2009

Parte 1: El Árbol Padre y las palabras mudas.

Por allí donde existen aún castillos y dragones vivía una niña, hija ni del rey ni de la reina, tampoco hija de algún sirviente de ellos, ni de nadie que viviera alrededor. Era hija de una pareja humilde que vivía en las afueras del pueblo del que hablamos.

Vivían de los frutos de su cultivo y el cuidado de sus animales. Todos los días juntos en la pequeña salita cenaban lo que les había entregado el día, en silencio como siempre, ya que su hija era totalmente muda y se habían habituado a no hablar casi nunca.

La señora se encargaba de cosechar y sembrar, de limpiar la casa y cocinar. Su marido, de la leña, los animales y de administrar el poco dinero que llegaba a sus manos para herramientas de construcción, con su trabajo de albañil de a ratos. Los conocía poca gente, pues vivían apartados. Sus vecinos se habían mudado a los alrededores del castillo tras el cambio de rey, donde se vivía mejor, y solo quedaban dos casas a 500 metros de distancia.

Todas las mañanas, cuando sentían la llamada del gallo y el sol salir, se alistaban y volvía cada uno a sus tareas de su monótona vida. La señora a la cosecha, el señor a arreglar tejas y cuidar animales, y la pequeña niña a jugar por ahí con su vestido de flores ya gastado y un poco pequeño para su tamaño.

Vivían muy cerca de un bosque húmedo, lleno de árboles muy antiguos, pasto, hongos y pequeños animales silvestres como ardillas y pajarillos.

Joanne se adentraba todos los días al bosque, cuando sus padres no le prestaban atención, es decir, gran parte de la jornada.

Era allí donde sonreía, donde era feliz… donde escapaba de la realidad monótona de su vida diaria: cosechar, ordeñar, trabajar, trabajar y trabajar. Y todo en silencio.

Era su lugar amado, porque podía escuchar muchas cosas, el canto de los pajarillos, los crujidos que provocaban los animalitos y las hojas de los enormes árboles chocar contra el viento. Le gustaba escuchar en general; escuchar, tocar, oler y ver. Cosas que en su casa no hacía: sus padres no le hablaban porque creían que era ofensivo para ella, tampoco recibía mucho tacto y estaba cansada de percibir la misma imagen de trabajo y olor de la comida de siempre.

Al no poder hablar, no podía comunicarse, solo absorbía lo que le entregaba su entorno y reprimía todo aquello que sentía, todas aquellas caricias que deseaba entregar, todos esas palabras y sonidos.

En aquel bosque compartía con los animalillos, con los árboles y criaturas invisibles a otros ojos. Ella se sentía parte de ese lugar y sentía que para los habitantes de él también era agradable su visita.

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